Analiza Eduardo Matos presencia de animales e insectos en inframundo mesoamericano
En el ciclo “Religión y cultura. Los animales y la religión”, organizado por el INAH, en colaboración con la Sociedad Mexicana para el Estudio de las Religiones
El investigador emérito comentó que a estos seres se les relacionaba con el mundo de los muertos a partir de observar sus costumbres y modos de vida
En las diversas culturas mesoamericanas son muchos los elementos, tanto en códices, esculturas o mitos, que relatan la presencia de insectos y animales en el inframundo. En dichas manifestaciones se aprecia una cosmovisión, en la cual, a partir de la observación diaria de la naturaleza, se les relacionó con el mundo de los muertos, ya fuera porque vivían en la tierra o por sus características nocturnas, incluso, a algunos se les dotaba de ciertas facultades o rangos divinos.
En la duodécima conferencia virtual del ciclo “Religión y cultura. Los animales y la religión”, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a través de la Dirección de Etnología y Antropología Social, en colaboración con la Sociedad Mexicana para el Estudio de las Religiones, el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma hizo una revisión de la relación de estos seres con el inframundo mesoamericano, el cual al mismo tiempo se vinculaba con la vida y el resurgimiento.
En la transmisión por el canal INAH TV en YouTube, enmarcada en la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, el investigador emérito del INAH explicó que desde épocas tempranas había presencia de estas criaturas en diversas culturas, caso de la araña, representada en esculturas desde el periodo Preclásico (2500 a.C.-200 d.C.).
Tras referir que en el mundo prehispánico las cuevas un lugar de nacimiento, y a la vez la entrada al inframundo, puntualizó que los murciélagos, habitantes de estos espacios, eran otros de los animales que tenían una importancia fundamental en relación con la muerte, llegando a ser considerados una deidad en diversos pueblos mesoamericanos, como es el caso de Tzinacantecuhtli, el hombre-murciélago o “señor murciélago”, descrito en el códice mixteco Fejérváry-Mayer y, cuya escultura, la cual se puede ver en el Museo del Templo Mayor, fue descubierta por el propio Eduardo Matos.
“Hay que recordar que del interior de una cueva nacerán los pueblos que van a poblar el centro de México y parte de la región poblana. Estos mamíferos con alas viven en estas cavernas y se relacionan con la noche, momento en el que salen, según la especie, a alimentarse, a libar flores”, comentó.
El búho es otro ser relacionado con la región de la oscuridad y la muerte, y su representación se ha encontrado en un ladrillo de un relieve del sitio arqueológico de Comalcalco, Tabasco, y en la Tumba 1 de Zaachila, Oaxaca.
Mencionó que la cultura maya, en su libro sagrado Popol Vuh da cuenta de la presencia de animales en el viaje hacía el xibalbá (el inframundo maya), “para llegar a él, al igual que en la concepción en el centro de México, se tenía que pasar por varias casas o zonas de castigo. Este relato mítico menciona que en el descenso al submundo, la tercera casa era la de los tigres o jaguares (balam-ha) y la cuarta, del murciélago (tzotzi-ha), lo que da idea de cómo eran considerados estos seres, como parte del más allá, ocupando lugares determinados.
Varios son los códices donde se puede ver la presencia de animales e insectos relacionados con la muerte o el lugar de los muertos, como es el caso del Borgia, en cuyas láminas se observa a Mictlantecuhtli, el dios mexica de la muerte, acompañado de serpientes, búhos, alacranes, arañas y ciempiés, “estos tres últimos viven en la tierra y tienen una asociación directa con la misma”.
En la lámina 5 del Códice Féjerváry-Mayer se observa una abeja, una serpiente y un alacrán; mientras que en la 27, se ve a un ciempiés y a una mujer cargando un cántaro del que surge una serpiente, especie que no solo se relacionó con el inframundo. En la lámina 25 se aprecia a dos ancianas sentadas de frente, alrededor de una araña y sosteniendo una telaraña orbicular, se trata del desdoblamiento de Ilamatecuhtli, “señora vieja”, la diosa anciana de la tierra.
Eduardo Matos explicó que en la lámina 13 del Códice Borbónico está representada la diosa Tlazoltéotl, patrona de la trecena 13, 1 movimiento, del tonalamatl, el calendario ritual mexica, pariendo en cuclillas, con las piernas abiertas, imagen en cuyo centro se ubica una serpiente y un ciempiés cruzados, mientras que, en la parte inferior izquierda, está una araña y una serpiente, seguidas de un tzompantli y una cabeza desmembrada.
El también fundador del Proyecto del Templo Mayor destacó la presencia del perro en el Códice Vaticano A, documento pictográfico que muestra los niveles del inframundo y en los que el cánido ayuda a los individuos a llegar a su último estrato (el noveno), que es el Mictlan, para que estos crucen el río Chiconahuapan.
“De acuerdo con este códice, se tenía que atravesar por lugares como el de la ‘culebra que guarda el camino’; por su parte, fray Bernardino de Sahagún, en su Historia General de las cosas de la Nueva España, menciona que el viaje al inframundo también pasaba por el ‘lugar de la lagartija verde”.
Por último, el arqueólogo comentó que el perro, xólotl, era una especie de nahual de Quetzalcóatl, y según los mitos acompañó al dios creador del hombre al Mictlan, para llevarlo ante los dioses de la muerte, pues se cree que este animal tiene la facultad de ver en la noche, por lo que puede guiar y acompañar a los seres que emprenden esta travesía por los parajes oscuros, camino al mundo de los muertos.
Foto: INAH