Es Antonio, y gracias al destino, ¡Es Rayado!

“El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y la voluntad”, dijo alguna vez el escritor italiano Giovanni Papini. Aprovecho este espacio para dirigirme a ti Antonio.

El destino ha sido cruel contigo, casi tan despiadado como guión de alguna película dramática hollywoodense. Distintos golpes en la vida personal y profesional como los que has recibido habrían derrotado a más de uno, pero no a ti Antonio, el fracaso no existe en tu léxico, por el contrario, la resiliencia es tu naturaleza, sobreponerse a esos impactos descomunales para levantarte una y otra vez con más fuerza son dignos de un canto en la épica griega.

Hablemos de Rayados, nuestros Rayados… Por segunda ocasión tomaste con valentía un barco que prácticamente estaba hundido en un mar de confusión, un barco que por la toma de malas decisiones estaba al borde del abismo. Tu anterior gestión al frente de nuestros Rayados fue magnífica; catalogar como exitosa o no la travesía de un Director Técnico cerrándose solamente a la imagen de su ser levantando la copa es simplista y poco analítica.

Fuiste culpado, condenado y señalado como uno de los principales responsables de las finales anteriores, unas finales que viéndolas en retrospectiva, y a la distancia, me es irónicamente imposible no pensar nuevamente en el destino, una palabra que como observarás está siendo recurrente en mi escrito.

Te marchaste, triste, golpeado y derrotado, pero no sin antes prometer que volverías nuevamente para lograr esa promesa pendiente, una promesa con nosotros y tu hijo que espera pacientemente el día en que pueda verte desde el cielo, levantando el trofeo de campeón con el equipo de tus amores.

Tu Monterrey en las manos de otro no lució, al contrario, mostró una debacle y decremento en sus capacidades, perdió fuerza, se mostró anestesiado y nosotros no entendíamos en absoluto lo que estaba sucediendo. Pasó lo que tenía que pasar, y ahora me pregunto: ¿Acaso alguna vez, una simple derrota en un torneo regular frente al acérrimo rival significó tanto para la historia de algún club? Esperemos que sí.

El técnico anterior se fue, y todos sabemos que tú, Antonio, no fuiste la primera opción, y con esto, debo sincerarme contigo (aunque para nada es un secreto); gran parte de la tribuna prefería la llegada de otro timonel a dirigir el barco rayado, sin embargo, el susodicho rechazó la propuesta y no aceptó el reto. La opinión pública dividió reacciones, sin embargo la decisión estaba tomada.

Llegaste nuevamente como bombero, listo para apagar el fuego, dejando de lado tu prestigio (bien ganado) como entrenador para aceptar un trabajo a corto plazo basado en resultados. Debo admitir, que con esto reforzaste mi admiración hacia ti, no cualquiera se compromete de esta forma, pero esa firmeza que mostraste en tu presentación, nos llenó de seguridad a todos para darte el voto de confianza.

Tú más que otros entiendes el orgullo que significa portar el escudo y los colores del Monterrey. Llegaste, y desde el día uno, como auténtico máster en psicología convenciste a tus jugadores de que el torneo aún no estaba perdido, les devolviste la confianza, el gusto por el juego y la memoria, mientras que a nosotros los aficionados nos llenaste de esperanza, nos regresaste esa emoción de esperar el sábado para ver jugar a nuestros rayados, volvió esa alegría y diversión a la cancha que contagiaba hasta al más apático en la tribuna.

Cambiaste al equipo de forma radical, tanto así que hoy en día sigues invicto, viajando al Mundial de Clubes de la FIFA con una gran expectativa de todo el país y dejando pendiente una final por el campeonato de la Liga.

Volvamos nuevamente al destino…

¿Y si en verdad existe algo místico e inexplicable que maneja los hilos de nuestra realidad?;

¿Y si tuvimos que pasar el trago amargo de dos finales perdidas de una forma inexplicable en nuestra propia casa para poder disfrutar de algo mucho más grande?;

¿Y si ese mismo destino, Antonio, que nos ha hecho llorar juntos de sufrimiento y decepción, nos estaba preparando para posteriormente llorar juntos de nuevo, pero ahora de orgullo y felicidad?;

¿No es extraño, irónico, y hasta dramático, el cómo se ha ido alineando todo para que hoy estemos a un paso de lograr el principal objetivo?;

¿Y si nos estamos equivocando, y ese “algo más grande” no es solo el campeonato de liga, sino algo que ningún equipo mexicano ha conseguido en su historia?

Vuelvo nuevamente a mencionar la frase con la que inicié éste texto: “El destino no reina sin la complicidad secreta del instinto y la voluntad”.

Los dados están tirados, es momento de pelear juntos por lo que nos pertenece. Si el destino se niega a dárnoslo, hay que ir y arrebatárselo.

¡Gracias Antonio, por ser rayado!

 

Por: Adrián Gámez | @AdryanGmz

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